Una mirada honesta sobre los miedos, oportunidades y preguntas que surgen al incorporar IA en la enseñanza.
Cuando hablamos de inteligencia artificial, a muchos se les viene a la cabeza un robot frío y distante. Pero en educación, la IA no reemplaza a nadie: acompaña, sugiere, organiza, detecta patrones que a veces, como docentes, no llegamos a ver en la rutina diaria.
Herramientas como ChatGPT, los correctores automáticos, las plataformas que adaptan contenidos al ritmo del estudiante o los análisis de participación en clase están empezando a formar parte de nuestro ecosistema. La pregunta no es si la IA va a estar en la escuela, sino cómo queremos usarla.
Este artículo recoge dudas y experiencias reales: ¿cuánto controlamos lo que propone la IA? ¿Qué rol tiene la ética en todo esto? ¿Cómo evaluamos sin que el alumno dependa del “copiar y pegar”? ¿Cómo se siente un docente frente a una máquina que también “sabe”?
La respuesta no es binaria. Lo que se necesita es formación, acompañamiento y tiempo para explorar sin miedo. Porque la IA no enseña por sí sola, pero puede ser una gran compañera si entendemos sus límites y